
“(…) las máscaras de Eva son la culminación de mi obra. Para mi, son de lo más nietzschianas que hay (…)”

Ruskin –quien extrañamente no es ruso- escribe lo siguiente:
“Antes nos dedicábamos sólo a pensar y dejábamos la ortografía librada al corrector del Word. Sumado a nuestra babia constante, éramos unos verdaderos inadaptados sociales”
Paralelo al revisionismo ortográfico que cambiaría las formas de filosofar conocidas, Engels encuentra en la obra de Eva un claro ejemplo de las diferentes máscaras que adopta el capitalismo:
“…Tomemos las máscaras de Eva como ejemplo.”
Tiempo después, el joven George Lukács, en su célebre Máscaras: el imperio contraataca, denuncia a la obra como funcional al Sistema al no retratar al hombre común.
La querella marxista se exacerba cuando se habla de la aparición de una supuesta tercera máscara. Un Horkheimer esclarecedor, recuerda:
“Cuando discutían, Adorno y Benjamín parecían un matrimonio burgués. Estar en Frankfurt en esas épocas era insoportable para mi y mi psicólogo me recomendó alejarme de todo”.
Según la tesis de Benjamín, la tercera máscara era la síntesis que nos conduciría hacia un mundo feliz y proletario. Adorno, en cambio, fanático de la dialéctica negativa, consideró que la máscara en discordia no era síntesis de nada y negó su existencia.
En un intento por conciliar ideas y poner fin al conflicto que tanto lo traumaba, Horkheimer sugirió que las máscaras, en realidad, son perfiles de Eva para poder verse a sí misma desde una visión propia del Arte. Demasiado atrevida para su época, la idea es refutada por S. Hawking en su London zoo guide:
“No hay nada que pensar, si fueran Arte estarían en un Museo. Peor aún, es ridículo suponer que son perfiles de Eva. De ser así, la pobre era un escracho.”